sábado, 18 de julio de 2015

GEORGINA HÜBNER: LA LEYENDA (2ª Parte)


    

Para qué esperar más. Tomaré el el primer barco, el más rápido, que me lleve pronto a su lado. No me escriba más. Me lo dirá usted personalmente, sentados los dos frente al mar o entre el aroma de su jardín con pájaros y lunas".                                                                                    

                           EPÍLOGO
Como decíamos en nuestra anterior  entrega, Juan Ramón recibe un telegrama en el cual se le comunica la muerte de Georgina. Fue el cónsul del Perú en Andalucía quien golpeó la puerta de JR en los olivares de Moguer para entregarle el telegrama que decía así: "Georgina Hübner ha muerto. Rogamos se lo comuniquen a Juan Ramón Jiménez. Nuestro pésame". El sueño de amor del poeta se interrumpe de forma brusca. Los dos jóvenes, embarcados en la aventura epistolar de dar vida a Georgina, (la admiradora imaginaria de J.R) no disponen de otra alternativa: han de anunciar su fallecimiento dado el anuncio de la llegada a Lima del poeta. Cuentan que cuando Juan Ramón supo del engaño permaneció sumido en el dolor y la tristeza durante bastante tiempo. Muchos años después declararía al respecto: "No importa. Georgina existió para mí en un momento en que mi poesía y yo lo necesitaba". A continuación, tal y como adelantamos en la anterior entrega, les ofrecemos el poema escrito por Juan Ramón una vez conocida la supuesta muerte de la joven limeña.    
Poema que, según la crítica, puede y debe ser ser considerado como una de las elegías más bellas nunca escritas en idioma castellano. 

CARTA A GEORGINA HÜBNER EN EL CIELO DE LIMA  

¡Has muerto! ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Qué día? /¿Cual oro, al despedirse de mi vida, un ocaso, / iba a rozar la maravilla de tus manos / cruzadas dulcemente sobre el parado pecho, / como dos lirios malvas de amor y sentimiento? / …Ya tu espalda ha sentido el ataúd blanco, / tus muslos están ya para siempre cerrados, / en el tierno verdor de ru reciente fosa / el sol poniente inflamará  los chuparrosas… / ¡Ya está más fría y solitaria La Punta / que cuando tú la viste, huyendo de la tumba / aquellas tardes en que tu ilusión me dijo: / "¡Cuánto he pensado en usted, amigo mío"…/¿Y yo Georgina, en ti? Yo no sé como eras… / ¿Morena? ¿Casta? ¿Triste? ¡Sólo sé que mi pena / parece una mujer, cual tú, que está. / Me escribiste: sentada, / llorando, sollozando, al lado de mi alma! / ¡Sé que mi pena tiene aquella letra suave / que venía, en un vuelo, a través de los mares, / para llamarme "amigo" … o algo más… no sé…algo / que sentía tu corazón de veinte años. / Me escribiste: "Mi primo me trajo ayer su libro"… / ¡te acuerdas? -y yo," pálido: - "Pero… ¿usted tiene un primo?" / Quise entrar en tu vida y ofrecerte mi mano / noble cual una llama Georgina… ¡En cuantos barcos / salían,  fue mi loco corazón en tu busca… / y creía encontrarte, pensativa,  en La Punta, / con un libro en la mano, como tú me decías, / soñando entre las flores, encantarme la vida!… / Ahora, en el barco en que iré, una tarde, a buscarte, / no saldrá de este puerto, ni surcará los mares, / irá por lo infinito, con la proa hacia arriba, / buscando, como un ángel, / una celeste isla… / ¡Oh Georgina, Georgina! ¡Qué cosas… Mis libros / los tendrás  en el cielo, y ya le habrás leído / a Dios algunos versos… Tú hollarás el Poniente / en que mis pensamientos dramáticos se mueren… / desde ahí tú sabrás que esto no vale nada, / que, salvado el amor, lo demás son palabras… / ¡El amor! ¡El amor! Tú sentiste en tus noches / el encanto lejano de mis ardientes voces, / cuando yo, en las estrellas, en la sombra, en la brisa, / sollozando hacia el sur, te llamaba : Georgina? / Una onda, quizás, del aire que llevaba / el perfume inefable de mis vagas nostalgias / ¿pasó junto a tu oído? ¿Tú supiste de mí / los sueños de la estancia, los besos del jardín? / ¡Cómo se rompe lo mejor de nuestra vida! / Vivimos…¿para qué? Para mirar los días / de fúnebre color, sin cielo en los remansos… / para llorar, para anhelar lo que está lejos, / para no pasar nunca el umbral del ensueños, / ah, Georgina, Georgina, para que tú te me mueras / una tarde, una noche… ¡ y sin que yo lo sepa! / El cónsul del Perú me lo dice:: Georgina Hübner ha muerto"… / Has muerto. Estás, sin alma, en Lima, / abriendo rosas blancas debajo de la tierra. / Y si en ninguna parte nuestros brazos se encuentran, / ¿qué niño idiota, hijo del odio y del dolor, / hizo el mundo, jugando con pompas de jabón?