martes, 12 de junio de 2018

ALMA DE DOMINGO





ALMA DE DOMINGO


Los sentimientos son expresiones de la carne. Latidos del corazón. Propósitos de enmienda para cambiar de vida, que decía Rilke. Si según Hegel: “el hombre no es lo que es y es lo que no es” seamos materia de negación en desuso. Laberinto que determina en qué consiste la libertad: la nuestra: la no determinada por nada ni por nadie. ¿Somos causa y razón de lo que nos sucede? En la medida de hacer o no hacer, de dar el “sí” o el “no”, lo somos.





DIARIO DISIDENTE

10.6.2018


Existe una cita de Calvino que figura al inicio de un poema de autoría propia: "Ciudad regresada", y que dice así: "las ciudades creen que son obra de la mente o del azar, pero ni la una ni el otro bastan para mantener en pie sus muros. De una ciudad no disfrutas las siete o las setenta y siete maravillas, sino la respuesta que da a una pregunta tuya".

Ni lo uno ni lo otro, admirado Calvino. Hace ya tiempo que no tengo preguntas. Sólo el silencio brota del fondo de otro silencio, que decía Paz, el poeta.


MEMENTA





Marian Suárez

Antología





De  Escribo los silencios


EN los rostros de aquellos muchachos que no amaste algunas ve-
           ces respiras la inocencia de cierta forma de mirar irrepetible 
          que desde entonces no has podido encontrar porque son sus 
          frentes de laurel las que quizá te nombran cuando la vida 
          irrumpe cuando la piel se abre
          a otros muchos lugares
             de los que todo lo ignoras
aunque vengas de muy mayor sobre las cosas o escribas con oficio 
           pensamientos filosóficos que muchos te comentan con agrado 
           cuando la vida llega para que  sepas que todo está dispuesto a 
          tu alrededor sin haber sido tan siquiera para ello consultada

abril en muchos labios que te dicen de manera distinta que ya son 
          otros los signos que te abrazan mujer otros los secretos que 
          tú irás abriendo poco a poco por si alguien desde ahora dibu-
          ja el osario atento de tus pasos tú que ya tienes dispuesta la
          alcancía para darte el acomodo silencioso de unas manos que
          viertan al papel lo que tanto 
          callaste. 



No soy de nadie. Yo soy de mí. Mira el cielo en sus lumbres; él no es de nadie y sin embargo brilla.
V. Aleixandre. 


De nadie
                 sino de la muchacha azul de la otrora inocencia qué lejos sobre
                 abierto páramo su vuelo a este preciso instante que cuento 
                 como con vida propia 

que he sabido a tu lado cómo agoniza el tiempo y el corazón ya cuenta
                 de los ciclos tristísimos que no quiere volver a fre- 
                 cuentar no obstante ya vencido
                 de otras muchas razones 

en las cimeras luces otra sustancia nueva primitiva amanece en la 
                 magia de las azules horas las que la niña un día quiso 
                 que su brillo  alcanzara. 



Luego deja la pluma o cierra la máquina de escribir, se queda pensativo  y, al anochecer, muere.  
                                  J. Seifert

TAL vez en otro instante 
alcance lo que ahora no pudo la palabra

sobre el papel se posará más hecha 
y dirá lo que ha visto 
traducirá los sueños 
y será en la metáfora el guiño rutilante

                                          mas no seré yo entonces 
no serán estos signos los que ahora me empujan
a escribir muy desnuda

y no será lo mismo el cristal de mis manos 
el ruido de la pluma al rozar la cuartilla

no será lo mismo 
la verdad que ahora enseña
su inocencia. 




De Tú, la compasión humana de los dioses



AUTOGRAFÍA 

POR lo demás no importa que yo escriba
                                                                       esta tarde
una composición muy triste
                                                                 las palabras
no son sino el pretexto de cerciorarte en ellas
al perpetrar recuerdos y adelgazar otoños
                                                                         lo que
intento decir
                              -si acaso interpretar para mí mismo- 
con la fidelidad solar de los espejos 
es que fuera de aquí ya está la vida
                                                             y que 
las únicas razones que te restan serán de
                                                                       acabamiento
mejor
            de cierta sensatez 
incluso aceptación de lo negado
                                                           porque ya estaba escrito
fuera de aquí el amor estaba escrito 
que lo pregona el mar desde muy lejos 
y la avecilla frágil en una tarde rota
igual a ésta 
                     desde el asedio incontenible
de las linfas
a la abdía de la sangre
en corazón del solo 
                                   tú
que ya vas para viejo
contigo a solas preguntándote
si ya nada es verdad para seguir viviendo
                                                              
la compasión humana

        de
               los
                      dioses.
            


TEOREMA 

YO sé que algunas noches has vuelto a ser Señor
de un cielo anónimo 

que has contado la lluvia como si fueran lágrimas
y has tendido las manos al calor del brasero

-cedro altivo y antiguo al fragor del invierno-

yo sé que muchas veces hay un torzal de angustia
que te crece en la boca 
un empellón de sílabas doblegando memorias 
sobre el compás abierto de alguna herida
                                                                       tuya
-por batallas de amor únicamente al más alto
 esplendor de cualquier guerra- 

cuántas veces al hombre ausente en leve espuma
como en carne de niño le bastaría un mundo 
sorprendido al envés 

transportando ternura desde un ayer a hoy 
de un corazón a otro
                                     en otro tiempo nuevo 
y verosímil. 

Cuando cuarenta inviernos rocen
tus sienes y surquen tu rostro
liso como un arado la tierra...
                                  (W. SHAKESPEARE) 



CANCION DE CUNA PARA HOMBRE MAYOR

DIGAMOS que estoy solo 
y que he de acostumbrarme
                                                -de modo natural- 
a dialogar conmigo mismo
                                                tomar
cada mañana el mismo libro y recorrer la casa
vigilar sus rincones 
                                  -por si acaso –
aspirar sus silencios de cuanto fue ventura 
antes de hoy 
                          con ademán cansado
retirar los espejos 
-las huellas de sus manos
en el piano- 
cambiar todas las rosas de la sala 
como si fueran años que se han quedado quietos
al estertor silente de las aves 
                                                  -al verdugo 
imparable de las horas- 
                                         digamos
que he de hacerme a los sucesos mínimos de respirarme
a solas 
             tiernamente 
                                   acaso reconocer también 
las razones vertidas en los primeros versos 
y una causa de amor que se quedó dormida 
en el fondo de un diario 
                                          a la memoria invoco 
la tristeza del inocente niño 
y en sus manos me asilo dulcemente 
para empezar 
                           de 
                                nuevo. 



INSOMNIO 

NO estoy nada seguro si hay rostros de verdad
capaces de alumbrar todas mis noches 
                                                                   si existen
seres dilapidando amor por un instante solo de
ternura 
               o si en el rincón de alguna página
alguien habrá dejado escrito 
                                                  cuán bella fue la vida 
                                                  y cuán inútil 
y cuestionarse un día si ha usado de su tiempo
cabalmente 
                          o acaso si no es tarde
si no resulta un día ya muy tarde para dar de su labio 
a la inocencia 
                                    llamarla por su nombre
en la fascinación 
                               de un niño. 


Pero...¿qué es un sueño? 
"Es eso que piensas cuando 
duermes" 
(Respuesta de un niño de cinco años) 



CON/FABULACIONES 

NO estar en ningún sitio sino en el pensamiento
de las primeras cosas que aprendí 
dejar atrás las últimas razones y apenas 
si existir 
           en la memoria sola
-sobre la carne sola- 
de una dulce materia y un saber que no es 
nuestro 
             alcanzar la armonía 
de las fresas silvestres en los labios 
de un niño. 

(Una vez la inocencia y luego enloquecer) 




De Distancia


Interpretar la forma del deseo como tierra 
   que absorbe su simiente dando a la realidad
   humano 
                 alcance. 


En cielo nunca hollado artesanar las nubes, 
   repujar de mariposas negras la opalescente
   lluvia. 


Del oficio de amar cubrir todas las tapias de la
  melancolía, 
                       no acomodarse al dios que más alumbra 
tanta mediocridad; la gota inmensa donde el día
  se refleja y se sacia: 

la forma del vacío adolescente. 



No, yo no soy de los vuestros. 

Yo vengo de la desobediencia de los
   hombres, 
de la fragilidad carnal de la palabra, 
de la mortal herida del lenguaje. 

-Vivo en la noche de los búhos- 

Traigo octubres de formas, panales de
   tristeza
y un secreto pasar de las costumbres. 

-Mi reino no es el mismo-- 

Yo voy y vengo de los 
                                      libros.
Vivo en un corazón de obras agotadas, 
   que el tiempo,
                            -a contraluz- 
se está llevando. 



La noche en que estés triste 
cultivarás las rosas más pequeñas,
las huellas diminutas de otros 
seres que te han ido dejando. 

La noche en que estés solo 
acudirás al dios de la palabra 
que despeje tus miedos uno a uno. 
Reprocharás al dios de los mutismos 
-su silencio fue la noche de tu vida- 
de su mano de sal sobre la tierra. 

Querrás saber 
                         -por Dios- 
si ser cristal de olvido significa 
cambiarse de memoria o darse a la ironía 
cabalmente; 
                      cuerpo al viento del tiempo
que nos huye 
                       como si el mundo entero te
sobrara. 



Qué danza absurda y rota 
circula entre la nieve 
e infunde en la memoria 
percepciones de piedra, 
la hendidura en el muro 
del olvido: 
                   una imagen 
de lenta despedida. 

Con los brazos abiertos 
a la noche: en qué fugaz 
instante nos 
                      murieron. 
A qué pie de qué árbol nos 
cortaron toda esperanza
puesta en el futuro: 
nuestros nombres
                                sembrados 
al vacío. 
La muerte en que creemos
nos enseña el color de la
tristeza última:
                          el callado
furor que nos devora.
  
                                                Color de olvido
                                                (J. A. Valente)



Pero su mano
como ausencia.
Su mano 
la campana
que desnuda
el crepúsculo.
Sus dedos
la caricia,
su aliento
la memoria
que hace gemir
la noche,
los sonidos
-ocultos-
de la tarde
desde su labio
al mío.
Su huella
en mi costado.
-La escultura
de un músculo
encendido
que se humilla
a la sangre-
Su piel
sobre mi piel 
enajenada.
(Y alguna
indefensión:
algún delirio.)



De Fuegos prohibidos



Presiento que no es fácil que esto llegue
a ocurrir, así de pronto, 
que la piel al abrirse recobre su inocencia, luego
un encendimiento 
y más tarde el clamor de un sincopado río. 
Después le toca el turno al peso de ser tierra,
materia fragilísima, 
en donde alguien puso la señal del dolor, 
como una deuda íntima 
que es preciso pagar con moneda muy honda. 
Mas el tiempo es muy breve y es su reloj la carne
y su hermana la muerte. 
Prisioneros de culpa, esta noche, gran madre, nos
conduce al abismo; 
fáciles del morir, desesperadamente fáciles.



Él no tiene la culpa de ya no ser el mismo. 
Sus ojos, que no extrañan, ya no se abren al sol
como acero bruñido. 
Ya no es su mirada la primera mirada con que
despierta el mundo, 
                                               pereza de la muerte. 
Él ya incuba los días en su pecho sin alas, 
en sus noches sin sueño, 
en el temblor solemne que anida en su garganta;
la raíz del dolor, 
      desnuda y breve. 
De su mundo extinguido yo soy el despertar 
de algún poema, 
el soplo taciturno de la tierra, la memoria de Dios, 
la luz, jamás usada, del delito. 



Yo crecí en los desechos de las fábricas, asistí
-desde muy pronto- 
al desamor de las especies y al derrúmbe de las
constelaciones. 
Cabalgué desde muy niño en los caballos de vesania. 
Yo no sé cuántas liendres despojaron mis huesos,
las humedades de las piedras, las hijuelas compasivas 
de la sangre. 
No supe cuánta infamia logré ganar un día a cambio
de un mísero salario. 
(Las redes de mi orgullo me impidieron volver a echar
las cuentas). 
Sobre un suelo drogado de cansancios habité entre
los muertos. 

(Qué triste, desde entonces, me ha parecido siempre 
la belleza). 



Le dije: Respetarás la noche de los hombres
cansados, 
no beberás del vino de su espanto, no harás crecer, 
amargo, 
el polvo de su pena. 
Quise que depusiera su orgullo, sustancia de los
débiles, 
que germinase en su silencio la palabra del tiempo
y sus equívocos. 
Le dije que mi poesía venía del fuego de la tierra, 
de los males heredados de mi especie, del holocausto 
de la duda. 
Yo guardaba para él, como una extraña ofrenda, el beso 
de la muerte. 



La fuente del placer está contigo, 
brilla en ti, fluye en tus manos 
con una fuerza oscura. 
Pero sabes muy bien que nada queda 
sino ese oscuro pasar de los deseos 
sobre la piel de un tiempo 
que nos finge. 
Sabes que nuestra eternidad dura un instante
de intensísimo ser, sólo un trayecto núbil 
que equivale a un morir de causa extraña 
a la velocidad que dicen de la luz. 
La vida sólo vale este momento 
que es preciso gastar impunemente.



Tal vez sin yo saberlo 
he querido pactar con la palabra 
y he podido mojar en el tintero 
un corazón 
en avanzado estado de renuncias. 
Acaso a mi manera he construido 
un mundo de ceniza, 
un fugaz calendario 
y una fingida tregua. 
Pero llegó el destino, celosísimo, 
y arrancó de mi boca los secretos 
de fuegos heredados 
en un viejo cuaderno de poeta. 




De Libro de Áloe



HOJA DE BOJ 

Madre
este es el mismo lugar donde hemos estado muchas veces. 

El mismo territorio en donde anidan los castaños
y cimbrea el helecho un viento de semillas 
que tú cogías siempre 
para sembrar de sueños las macetas. 


Madre, 
esta luz que ahora alumbra, 
despiadada, 
en el mismo corazón de la memoria 
aún custodia tus pasos desde entonces. 

Aquí están todavía la higuera y el gorrión, 
las praderas encintas del maíz 
y la nube que anuncia la tormenta, 
fantasma de mis miedos. 
Aquí, todavía, las moreras 
y el arrogante pino 
de los montes poetas de mi infancia. 

Hubiera vuelto a ver la dimensión del fuego 
en el solsticio del verano, 
la guadaña templada al filo de la luz 
y la orfandad del roble. 

Volvería a sentir tus manos artesanas dibujando
impacientes, por mañanas de escuela,
dos trenzas de alfabeto en mis cabellos rubios.

Pero fiel a tu noche, 
a tu morir con prisa, 
hoy he posado en el poema esta herida muy vieja
que oculté para ti 
debajo de las sábanas. 

Y he querido, por una sola vez, 
romper el tiempo, 
y acercarme al rosal y acariciar la rosa 
(que me cortabas siempre) 
como fruto de tierra, como hambre de siglos 
de un instante de amor 
o de breve caricia. 



Volver es construir de nuevo una mirada 
alrededor del tiempo. 
Teñir de nuevo al sol los incendiados ojos 
en alas de un dragón de mil cerezos. 

Regresar otra vez hacia los mismos prados 
y cortar su simiente con guadañas de humo 
hasta que nunca más retoñen, padre. 

Recorrer en precario cualquier día de entonces
fijando en los espejos el idioma del agua, 
las funerarias lluvias 
que esparcieron al mar nuestros silencios. 



Ella viene de una mirada que aún recuerda el invierno 
y el carburo encendido 
por las altas paredes de la infancia. 

Ella fue quien, callada, construyó territorios
de pétalos de rosa 
por si un día llegaba a ser princesa.

Ella, que al caer de la noche inventaba ciudades
y buscaba entre sombras el fruto prohibido 
para darle un bocado a la rutina. 



Llega la luz, 
la noche se ha llevado un silencio de arena,
fragmentos de algún crimen 
y muchas lunas rotas 
en la mano vencida ya sin tiempo. 

Alza su rostro el sueño. 
Sabe que ha perdido la noche 
y que ha de volver muy pronto 
a correr la cortina que hoy separa 
-al alfabeto oscuro del idioma- 
la vida de la muerte. 




De Mujer de arena


JUEGOS NOCTURNOS

YO soy la narradora, 
la autora del único relato 
que firmo con mi nombre. 

Ha llegado el instante de la página en blanco
y en mi párpado nace el hijo de la luna. 

Hundo la mano en mí, 
acaricio por dentro las cuerdas del violín 
donde nadie me escucha. 
Al instante que llego hay luz en la bombilla
y ojos que, desde lejos, 
ni me miran. 

Mis dedos, de por sí contradictorios, 
adquieren precisión de ser ajenos 
al momento en que escriben. 
En lo oscuro tropiezan, se rebelan, 
preguntan por mi frío y por mi fiebre 
y un poco más cansados y más tristes, 
en las primeras luces, me abandonan. 



JARDÍN DE INVIERNO 

ERA como yo misma. 
Venía de muy lejos 
con mucho sol de invierno 
en las pupilas. 

Jamás le pregunté 
de cuántas ciudades regresaba 
ni a cuántos hombres 
había conocido 
o, tal vez, olvidado. 

No quise preguntarle 
por qué, 
después de tanto tiempo, 
aún brillaba en sus ojos 
la rosa de mis noches. 



EL HUSO DE LA RUECA 

CIERTO, 
lo incierto de ser hombre queda escrito 
en el cristal de un siglo. 
Pero son precisas las palabras, 
la herramienta tenaz de la memoria, 
el musical latido. 

Quema el ayer la vida, 
arde en el espejo el brillo de una lágrima, 
acaricia el dolor la belleza perdida. 

Miro caer el agua: 
el río desbordado trae un pájaro muerto 
como un cuerpo de niño abandonado. 

Escribo, ya es silencio. 



FUEGOS FATUOS 

HAY alfabetos como perros de presa 
Que colonizan muchas voces. 
Fragmentos de lecturas que se cuelan 
amparadas en los oficios del lenguaje. 

Hay quien simula ser la lanzadera 
de apócrifas memorias, 
quien se arroga el oficio de contar como nadie
las verdades a medias de la farsa; 
el resto de las ruinas 
que cada cual sostiene 
como la última columna de su templo. 



POÉTICA 

LLEGAN como ladrones dispuestos a pagarme con dieciséis 
monedas. 

No saben que habito en una isla donde aún es posible esta 
neutralidad del pensamiento, esta costumbre -nunca rota- 
del silencio. 

Ignoran que llegar hasta aquí no ha sido fácil, que habré 
dejado atrás las secreciones vanas del lenguaje, la partición 
de las metáforas, los cielos protectores de las antologías, 
como punto de apoyo (o de castigo) según mis propias 
normas. 

Yo asumo el rostro del exilio, la noche que engendra mi 
escritura, el justiprecio de mis versos. 

En la poesía no hay lógica ni razones previas
o posteriores, sólo hay la radicalidad de la 
expresión, su entrega libre.  
                                                                                                     A. ARKOVSKI 






De De los hilos que sujetan la cometa



EXPIACIÓN DE PRIVILEGIO 

Yo soy la cómplice perfecta 
de todos mis errores. 
Sujeto femenino y reincidente 
en cuantas infracciones se me imputan 
de extrema rebeldía: 
sobre todo con las instituciones. 

Habré jugado con ventaja 
muchas veces, 
habré dado la espalda 
a emociones más fuertes 
-en oficios de amor 
confieso no haber sido 
demasiado indulgente 
con las debilidades de los otros-.

Que no se culpe a nadie 
de esta cuota de libertad sin límites, 
yo sola me he ganado por la mano 
el derecho a estar sola, 
sencillamente sola 
a solas con mi vida. 



DE LOS HILOS QUE SUJETAN LA COMETA

Aquí están mis dominios: 
la prueba más palpable de mi infidelidad 
al orden natural de la existencia.
Encontré muy temprano 
mis propios laberintos, 
las sombras que cubren de misterio
las raídas cortezas de los árboles. 
Descorro los crepúsculos 
de una ciudad perdida entre la niebla 
lo mismo que un fragmento 
de una historia futura. 
Al sol de mi destierro 
acaricio el plumaje de los amaneceres, 
el vaho entretejido de nostalgia
que tiñe de imposible cuanto miro.
Desde un vitral de insomnio,
dejo mi cuerpo a solas 
viendo pasar el mundo 
rodando en una lágrima.



RETRATO 

J. NIZÁN 
MONTMARTRE (PARÍS). FEBRERO, 2001 


Permanece en reposo
el rostro que ahora miro
con tristeza.


Propaga su desnudo la pupila,
habla el silencio
de un instante de luz
irrepetible. 

Hay momentos 
en que me devuelve lo vivido
como una carga que le excede
demasiado: 
la juventud ardida, 
la infancia declinada, 
los rasgos, 
deliberadamente humanos, 
de la muerte. 

Sobrecoge
esa quietud armónica
del labio,
la protección del párpado
para ocultar al lienzo
las huellas del cansancio,
el tiempo retenido en esos ojos
que nunca volverán a ser los míos.

                        Para Aurelio González Ovies.



APOTEGMA 

Existir, 
al igual que el amor, 
puede ser como un juego 
que nos crea adicción 
e inmediatamente
nos destruye. 

Existir, 
al igual que el amor, 
es un suicidio 
a corto o medio plazo. 



NO 

Amigo o enemigo 
qué más da, 
si una palabra es todavía 
la jugada maestra 
que nos sitúa ante la vida 
en igualdad de condiciones. 

Sencillamente, 
para que tú y yo juguemos limpio
es preciso, 
con anterioridad, 
inventariar los restos 
de los sometimientos, 
los adverbios de negación 
al uso, 
un instante el silencio 
de todos los relojes, 
antes que Dios
reparta fichas.




De Las calendas griegas



La luz jamás usada

No es igual el invierno 
que hoy respira la tierra cuando llueve, 
ni es lo mismo la luz 
que pone en pie la sombra 
de los árboles. 

Extraña ver la vida a través
de un cristal 
que tiende a simular tanta belleza, 
mirar la luz 
                      caer 
entre los muros divisorios 
de mis ojos. 



El canto de los pájaros 
      (El cant dels ocells) 
                       (P. CASALS) 

Otra vez el invierno se abre paso
a un viejo atardecer 
de lunas rotas. Otra vez es la nieve 
quien desnuda mis ojos 
como entonces. 

Sólo sé que es febrero 
-no sé ni de que día ni que año-
y que mi madre ha vuelto a colocar
sobre la silla 
mi ropa, recién planchada 
de domingo. 

Más, de pronto,
alguien borra la imagen 
del color de mis años, 
la luz de una muchacha 
en mis ojos de ahora. 



Armadura 

Nada que declarar. 
Pero sabéis que llevo 
encima 
instrumentos sensibles,
herramientas, 
de afilado perfil, 
armas, 
de regular calibre, 
capaces de vulnerar 
-si fuera necesario- 
ordenanzas al uso 
del bien y buen vivir 
cada vez que la vida 
me hace trampas. 



Transterrado 

Hacía colocar sobre la puerta
la siguiente inscripción: 
"el poeta trabaja 
los días que está triste", 
y así instauró la fórmula 
de afinar hasta el límite 
la soledad primera, 
la perfección de los adioses
a que se debe someter 
toda escritura 
para ser ella misma. 

Pertenecía a un mundo 
en avanzado peligro de extinción;
la belleza de entonces se ha ido,
igual que su recuerdo, disipando.

Mas acaso el dolor 
ya no resiste las celdas del saber , 
el material desnudo de su voz,
esa forma callada de elegir 
(entre la locura y la razón)
otra forma distinta
de aceptar como propias
las razones secretas del idioma,
las noches que alumbraron
por sus ojos
los instantes más fríos,
los amaneceres más secretos.



Tiempo de calendas

Fueron muy intensos 
pero breves, 
los instantes guardados, 
los días diferentes 
que hasta ahora cumplí. 

Como un ayer intacto 
hoy miro en el espejo 
una luz de fogata 
que se ha quedado ardiendo 
detrás de la memoria. 
Y veo su fulgor, 
la bruma entreverada 
de las brasas 
que dan fuego a mis ojos 
como una muestra 
de creación latente. 

Parece que fue hoy 
cuando aún medía el cielo 
por estrellas fugaces, 
cuando febrero resucitaba 
en mí la tácita armonía 
del invierno, 
y era realmente hermoso
mirar el firmamento
con la súbita urgencia
de una emoción desconocida.

Era hermoso tener el mundo
entre las manos
-la ofrenda generosa de sus dones-
y no saber qué hacer con él,
no querer,
                   apasionadamente,
                                                   retenerlo.



De Cuadernos de poesía Fíbula



FARO DEL FIN DEL MUNDO 


Puedo, 
si así lo quiero, 
cambiar de soledad en un instante,
porque el silencio no admite compañía. 

Si sobrevivo aún, 
es porque no ignoro 
que se ha cumplido el tiempo
de no perderlo más. 

Y no ha de ser igual el mundo
que hoy desnuda mis ojos 
ni idéntico el sonido de la lluvia
en el verde del brote de la hoja.

No habrán de ser lo mismo 
los colores, 
                     el peso de la luz 
sobre la intimidad del río, 
la licenciatura de los árboles
que otorga a cada hoja en movimiento, 
las preguntas que tuve que guardarme 
para saber de mí, 
imán, rumbo y objeto de mí misma
geometría sin voz, 
espejo donde poder mirarme,
ser yo misma. 

Tras mucho caminar 
habré encontrado al fin, 
sobre el azul, alzadas, 
-diseminados los perfiles y la historia- 
bandadas de cometas, 
los dones primigenios de belleza
otra vez tan desnuda, 
cada día más lejos. 






 Esta Antología, de Marian Suárez,
editada por Portal de
Poesía, fue colgada en la Red
a los diecisiete días andados
del mes de septiembre
del año
2008
.