lunes, 23 de marzo de 2015

GEORGINA HÜBNER: LA LEYENDA (Serie Poemaria)


                    INTROITO

          Sucedió hace más de tres décadas. En la revista Poesía Española nos encontramos con unas páginas dedicadas a  Juan Ramón Jiménez. En ellas se contaba como el poeta de Moguer se había enamorado en su juventud de una dama imaginaria. Corría el año 1904 y el joven poeta -contaba 23 años- ya había publicado cuatro libros de poemas, siendo Arias tristes -editado un año antes- recibido con grandes elogios por parte de los poetas de entonces (Rubén Dario fue uno de ellos) y de la crítica.  

LA AMADA IMAGINARIA  
      La misteriosa dama le había escrito una carta desde ultramar, Lima, declarándose una rendida admiradora suya, a la par que  le solicitaba unos libros suyos difíciles de conseguir en la capital peruana. El poeta se rinde de inmediato a la desconocida dama y le envía los libros dedicados con su acostumbrada tinta violeta. Es el comienzo de una apasionada dinámica epistolar. El origen de la historia parte de la admiración que dos jóvenes peruanos  -el poeta y diplomático José Galvez y el abogado Carlos Rodriguez Hübner- sentían por Juan Ramón. Pero ¿cómo conseguir llamar su atención? ¿Les enviaría el poeta alguno de sus libros? Acto seguido planearon una estrategia usurpando la identidad de una dama imaginaria -pero real- llamada Georgina Hübner. Real, porque tal nombre pertenecía a una señorita peruana -"mujer atractiva, sensible, de gustos refinados y algo delicada de salud"-, prima de uno de ellos que, por supuesto, era completamente ajena a tamaño invento. Ultimados los preparativos consiguientes, redactan una primera carta dirigida al poeta de Moguer. Dicha carta, con fecha  ocho de marzo de 1904 decía así: 

"Señor: por el bisemanario español ABC me he impuesto de la publicación de un libro de poesías de usted, titulado Arias tristes. He buscado inútilmente el referido libro en los centros libreros de esta capital, y  en la imposibilidad de conseguirlo, me permito sugerirle tenga la bondad de enviármelo, dispensando  la molestia que esto le ocasione. No le remito a usted el valor del ejemplar (tres pesetas), pues no hay giro de esa cantidad. Reciba usted mis agradecimientos anticipados por este favor y mande en la voluntad de su atta y s. s. Georgina Hübner. Lima, 8 de marzo de 1904. Mi dirección, calle de Belaochaga, número 142, Lima". 

        A Juan Ramón le conmueve la carta. Carta que, no se sabe por qué motivos, fue recibida con casi  dos meses de retraso. El poeta le responde el 6 de mayo. Entresacamos de la misma estas palabras: "me apresuro a enviarle mi libro "Arias tristes"sintiendo que sólo mis versos no han de llegar a lo que usted espera de ellos (…) le mandaré los libros que vaya publicando, siempre con el mayor placer. Gracias por su fineza. Y créame muy suyo, que le beso los pies".
J.R., tenía fama de enamoradizo, con lo cual se forjó, carta a carta -que cuanto más cruzaban el océano, más subían de temperatura- el sueño de una amada ideal. Palabras de ternura inflamaban la correspondencia del poeta hechizado de amor ardiente y lírico. La mujer imaginaria fue cediendo en su pudor y timidez y fue correspondiendo a J. R. en igual medida: "con su libro en la mano ¡cuánto he pensado en usted, amigo mío! (…) Sus versos dulces y suaves me sirven de compañía y de consuelo". 

  CON PÁJAROS Y LUNA: EL DESENLACE         
         Por un tiempo, el intercambio de cartas resulta divertido. La broma es perfecta. Había sido elaborada con refinamiento, poniendo a prueba el ingenio de los jóvenes embaucadores. J.R.  se siente perdidamente enamorado suponiéndose protagonista de una apasionada historia de amor. Transcurrieron los meses y en un rapto de locura sentimental le envía una carta urgente a su amada: "Para qué esperar más. Tomaré el primer barco, el más rápido, que me lleve pronto a su lado. No me escriba más. Me lo dirá usted personalmente, sentados los dos frente al mar o entre el aroma de su jardín con pájaros y lunas". Los inventores de tamaño enredo no saben muy bien a qué atenerse ni qué decisión tomar. Finalmente -no les queda otra- adoptan la más drástica. Determinan que la joven fallezca merced a una tisis galopante. Y así se lo hacen saber al poeta mediante un telegrama cursado al Cónsul de Perú en Sevilla. El telegrama decía así: "Georgina Hübner ha muerto. Rogamos comuniquen la noticia a Juan Ramón Jiménez. Nuestro pésame". El recientemente fallecido, Eduardo Galeano, lo reflejaba de este modo:"fue el cónsul del Perú en Andalucía quien golpeó la puerta de J. R. en los olivares de Moguer para entregarle el fatídico telegrama". Mucho se ha escrito sobre la reacción del poeta al recibir tan triste suceso. El episodio de este amor imaginario entre Juan Ramón Jiménez y la señorita Georgina Hübner, se recuerda como el episodio más tristemente bello y poético de la  historia de la literatura. Mucho se ha escrito, y se seguirá escribiendo. Muy recientemente, un joven escritor santanderino, Juan Gómez Bárcena (1984), debutó en la novela recreando esta historia. Su título: El cielo de Lima. Precisamente, no hace mucho que descubrimos el blog del escritor y periodista gallego Antón Castro (director, entre otras actividades, del suplemento Artes y Letras del periódico Heraldo de Aragon) donde bajo el enunciado: "El amor imaginario: Juan Ramón y Georgina Hübner describe, una vez más, las causas y  circunstancias del episódico amor juanramoniamo. Pero lo que verdaderamente llama la atención son los dos comentarios que figuran al final del citado artículo. El primero pertenece a Gustavo Hübner que se dirige a Castro de la siguiente forma: "Estimado señor: Sin lugar a dudas no conoce en profundidad la historia. En primer lugar Georgina no era morena -detalle que Castro destaca- y segundo, el trasfondo de la historia usted no lo conoce ya que resulta que el  acercamiento entre Juan Ramón y Georgina (la inventada) sí se produjo, siendo motivado por un amigo de la joven que, casualmente, estaba enamorado de ella. Sin lugar a dudas el desenlace es muy triste por el final que tuvo, sobre todo para mi familiar. Así es, señor, la familia Hübner conoce muy bien esa historia. Debería comunicarse con nosotros algún día para que pueda enterarse de cual fue el final de todo esto". El siguiente comentario pertenece a quien dice llamarse Julio Portugal Hübner, quien muy brevemente, y con fecha 21 de enero de 2014, apostilla: "Georgina Hübner si existió y fue hermana de mi abuelo Julio Alberto Hübner Quirós. Murió joven en la década del 40, víctima de un ACV". Ignoramos si Castro se puso en contacto con estos familiares sabedores, a lo que parece, de algunos detalles ignorados hasta el momento. 

CARTA A GEORGINA HÜBNER EN EL CIELO DE LIMA

         Pero la leyenda continúa. El epistolario completo salió a la luz en el año 1960, debido a la revista Ínsula, aunque ya el escritor y ensayista Ricardo Gullón había rescatado, a su vez, alguna carta en vida del poeta. Se llamaba Georgina Hübner. Y pudo haber existido o no. Pero lo que sí fue cierto es que el poeta de Moguer se enamoró de ella, por carta, como un colegial, durante el verano de 1904. Ya mayor, Juan Ramón reconocería: "No importa. Georgina existió para mí en un momento en que mi poesía la necesitaba. Ella fue inmortal en aquel momento". E inmortal y conmovedor resulta el poema a ella dedicado, considerado por muchos la más bella y triste elegía de amor jamás escrita. Dicho poema fue incluido en el volumen Laberinto, publicado en 1913. No nos resistimos, por su trascendencia y talante lírico-dramático, a su publicación en este mismo medio, para ultimar adecuadamente este escrito. Por la amplitud del mismo, lo incluiremos en una segunda entrega de este blog.  

POST SCRÍPTUM

       Para quien esto escribe, tal correspondencia epistolar también dejó su huella. En el "baúl de los recuerdos" figuran desde entonces unos textos poéticos debidos a tan dramático episodio. Textos que, con mayor o menor acierto, nunca vieron la luz y que hemos vuelto a retomar. ¿Título?: Georgina: la rosa enmudecida. Acaso, llegado este momento, sea bueno -o no- sacarlos de su escondite. Mostrarlos, tal cual fueron concebidos, en una nueva bitácora digital. Todo puede suceder.